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LA FAMILIA ZURRACO - PRÓLOGO

Cómo llegué hasta aquí

​​En los años setenta la antropología fue entrando en mi vida de la mano de varios autores que me marcaron profundamente y cuyos pensamientos fueron incidiendo en mi obra, acercándola cada vez más a lo que hoy llamaríamos “antropología visual”, como dice Néstor García Canclini. 
 
Margaret Mead y Ruth Benedict me aportaron el concepto de la multiplicidad y la diversidad de la cultura. De Benedict, además, tomé el concepto de patrones culturales, que enfatiza la importancia de la cultura como determinante de la conducta de los individuos de diferentes grupos. Pero también las perspectivas múltiples en la obra de Oscar Lewis; y desde luego Erwin Goffman, con su sorprendente investigación acerca de la interacción entre los grupos y los individuos como si se tratase de una representación teatral; y, finalmente, los descubrimientos de Edward Hall sobre la comunicación no verbal y la forma en que las personas se comportan según las distancias entre ellos. 
 

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Ya en la década de los ’80, influido especialmente por el concepto de “aura” de Walter Benjamin y la obra del sociólogo Erwin Goffman, comencé a preguntarme: ¿De qué modo se “presentarían” hoy las personas ante la cámara si el fotógrafo intentara no alterar la escena? ¿Cuál sería la estética social, cuáles las costumbres que se pondrían al descubierto? ¿Existiría un mandato cultural específico que lo llevara a presentarse ante la cámara de tal o cual forma? ¿Diversos grupos mostrarían patrones comunes? 

De la serie Gente en su casa (1985). 

Por otra parte ¿cómo conseguir que los modelos asuman la importancia que ese acto de posar tendrá para ellos en el futuro? 

Entendí que, si quería intentarlo, debía diseñar unas reglas “rituales” para estar seguro de que comprendieran la importancia de sus decisiones. La primera regla fue invitarles a posar no “para mí” sino “para un libro de fotos”; la segunda fue dejar la elección de “dónde, cómo y cuándo” en sus manos. Yo, por mi parte, decidí prescindir de la fugacidad de la instantánea y remitirme a los larguísimos tiempos de exposición de la época de los daguerrotipos, pensando, desde luego, en Walter Benjamin. También me reservé la elección del punto de vista, lo que me permitiría mostrar el contexto en el que la persona se presentaba.  

Comenzaba a acercarme a mis modelos. A interpelarlos. A decirles: aquí estamos tú y yo, frente a frente. Y he venido a documentar que tú eres tú. Y también a mostrar tu entorno. Me acercaba a mis modelos, pero al mismo tiempo abría el ángulo de toma, incluyendo su personal paisaje privado. Casi sin darme cuenta pasé del teleobjetivo al gran angular.

En 1985 puse a prueba mis ideas. El resultado fue un libro y una exhibición itinerante sobre diferentes grupos sociales retratados en sus casas, según unas reglas precisas. Lo llamé Gente en su casa y lo imaginé como un interminable “work in progress”. Uno de estos grupos fue el de los 16 hermanos Zurraco.  

Mientras tanto, el mundo comenzaba a cambiar vertiginosamente, y las nuevas tecnologías empezaron a desarrollarse en todos los campos sociales, incluida la fotografía.  
 
En el año 2010 me embarqué en un nuevo ensayo que llamé Vivir en la tierra, que no es sino la postergada continuación de Gente en su casa. Esta vez, las nuevas tecnologías me permitieron introducir el color en mis imágenes: ahora podía controlar, como nunca antes, la paleta cromática, las gamas tonales y los claroscuros. También podía recurrir a la ampliación del campo visual sin mayores distorsiones y con una enorme finura de detalles.

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De la serie Vivir en la Tierra. (2010). 

Vivir en la tierra se trataba de una serie de 67 fotografías de gran formato tomadas en asentamientos informales de 14 países, a través de las cuales intenté documentar las condiciones de vida en la que se encuentran más de 170 millones de personas del continente americano que viven en situaciones de extrema pobreza y de exclusión social.  

Apenas unos meses después de declarada la pandemia, y en pleno y riguroso aislamiento, me desperté, en la madrugada del primero de junio del año 2020, con un nuevo proyecto totalmente armado en mi cabeza: volver a fotografiar, 35 años después, a los 16 hermanos Zurraco.

Pero esta vez también incluiría a sus descendientes directos. A sus hijos, sus nietos, sus bisnietos. Y sus familias, hasta donde me fuera posible. Sospechaba que algunos de ellos, los mayores, ya habrían fallecido, pero no lo sabía con certeza. Tampoco sabía a cuántos de sus descendientes lograría encontrar, pero ese mismo día me puse en campaña.

Con el apoyo de Mecenazgo Cultural y la inestimable colaboración de Vanina Goldstein, de Laura Fichera y de algunos integrantes de la familia Zurraco, logramos contactar a más de setenta descendientes, de los cuales pude fotografiar a cincuenta.

Terminar este proyecto me llevó cuatro años de trabajo constante, y este es el resultado.  Tanto para ellos como para mí, este libro no es otra cosa que la continuación de una saga que intenta documentar el desarrollo y la deriva de un grupo familiar a lo largo del tiempo. Lo que permanece, lo que cambia, lo que se pierde, lo que surge con fuerza desde las raíces que, como dice mi hija Vanina, toda familia posee: como un río que viene de lejos y no se detiene jamás.

Andy Goldstein. Buenos Aires, septiembre de 2024
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De la serie La Familia Zurraco (2023)

Agradecimientos
A mi equipo de realización todoterreno: Nicolás Castagna y Laura Fichera.
A mi feedback team: Vanina Goldstein, Flor Goldstein, Víctor Goldstein, Fredy Heer, Laura Fichera, Blas Castagna y Nicolás Castagna. 
A Mecenazgo Cultural y a Tito Faivovich.
Y, muy especialmente, a la familia Zurraco, sin cuya colaboración este libro no hubiera sido posible.

Dedicatoria
A Laura Fichera
A Miguel Zurraco

La Familia Zurraco es un proyecto fotográfico de Andy Goldstein. Ésta es la versión online. El libro ha sido impreso en 2024 en la Imprenta Cooperativa El Zócalo y consta de 152 páginas.  Se puede adquirir en la librería virtual Fotolibro Rodante.
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