top of page

Notas & Reportajes: Sentir placer al espiar*

GensuC_Bailarines_Sandra-Dubsky001_web.j

Fotografía de la serie "Gente en su casa"

ooooo

La nación. Sentir placer al espiar. Rosario, Argentina. 1995

EL ARTISTA EXPONE DESDE HOY EN EL CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA

Sentir placer al espiar

Con la muestra de Andy Goldstein, que será inaugurada hoy en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, la institución abre un espacio para las exposiciones fotográficas. Las mismas continuarán con las presentaciones de Juan Travnik, Eduardo Gil, Alejandro Lamas y una selección de material del Archivo General de la Nación.

Goldstein, que también dará una charla mañana, a las 10, nació en Buenos Aires en 1943 y estudió —además de fotografía, iluminación y laboratorio— psicología social, dinámica grupal y teoría del juego y de la creatividad.

Su larga trayectoria incluye un compromiso con el entorno de la ciudad que lo llevó en los años ’70 a producciones donde sutilmente señalaba la desaparición de rostros y nombres. Más tarde se abocó a otros ensayos sociológicos, que lo señalan como un fotógrafo conceptual y comprometido, y desde 1990 comenzó a trabajar con fotografía computada.

“En “Arborescencias” —explica en relación con uno de sus últimos trabajos digitales- todo gira alrededor de la cruz y el árbol, y las relaciones entre mujeres y hombres. A partir de fotos de árboles y de desnudos, tomadas deliberadamente, e introducidas en la computadora utilizando un scanner, produzco mezclas, alteraciones, distorsiones. Altero las relaciones de escala, elimino partes, repito otras. Cuando considero acabada la obra, genero un nuevo negativo que copio en papel fotográfico tradicional”.

Para Goldstein “si uno no tienen el placer de mirar, de espiar, no puede ser un fotógrafo. Pero si uno es solamente un voyeur se queda afuera de la escena. Hay que espiar pero también meterse afectivamente en la escena. Si no se siente placer no se puede conectar emocionalmente con la escena. El fotógrafo utiliza muchas veces la cámara como una barrera para ocultarse. Y desde su hipotético escondite cree disimular que es un voyeur. Y       cree que, así oculto, él se sustrae a lo que está sucediendo en la escena y puede fotografiarla con una especie de ecuanimidad entomológica. Pero solamente si establece una conexión afectiva con la escena va a poder hacer una proyección hacia la escena y desde la escena”.

Entre las características de la fotografía argentina, consigna que lo dominante son las obras donde la gente aparente como elemento privilegiado de la imagen. “El hombre —explica— es siempre lo que más intriga; y creo que el retrato tiene que ver con eso. Pero además a esto hay que sumarle que nuestra realidad ha sido y es tan cambiante y confusa, que nos obliga a preguntamos continuamente quiénes somos, qué posibilidades tenemos, qué podemos comprar con lo que ganamos. En medio de la confusión —arriesga—, una imagen nítida y perdurable de la cara de uno, de la cara de los seres queridos, a salvo de la incertidumbre, en un álbum, en la mesa de luz, en la billetera... es una ilusión. Pero es mejor que nada”.

 

*La nación. Rosario viernes 2 de junio de 1995

bottom of page