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Notas & Reportajes: El fin del estereotipo

Revista Análisis. Buenos Aires, septiembre de 1970

Revista Análisis. Buenos Aires, Argentina. 1 de septiembre de 1970

El fin del estereotipo

 

Aquí no importa apresurarse para averiguar si el muchacho se casa con la chica en el último cuadrito, si el consabido beso de amor o la imagen de la pareja que se va hacia el horizonte con las manos entrelazadas sellará “el triunfo definitivo del amor contra las adversidades que amenazaban destruirlo”, como suelen decir los globitos explicativos. Aquí, lo que importa (lo que importó desde su concepción) es que la fotonovela acaba de ganar para sí el primer intento de tratamiento serio, es decir, la asunción de su mundo, sus limitaciones y sus variantes como un medio de expresión, como un lenguaje. En poco tiempo -a lo sumo un par de meses— un robusto libro de formato grande con 600 cuadros -divididos en 30 capítulos y 3 finales optativos— quedará librado al público, la que acaso sea la primera obra en el mundo en su género. Che negra, tus ojos me persiguen, fotonovela completa realizada por Diana Raznovich y Andy Goldstein para Editorial Galerna.

Como ocurre habitualmente, la anécdota no es compleja: la historia paralela de una chica hija de un escribano adinerado y un muchacho huérfano, de condición humilde que se encuentran en Plaza Italia, se casan y al día siguiente tienen once hijos, situación que desencadena alguno de los tres finales que cada lector puede elegir, sugiere la posibilidad de un libro-objeto de consumo, de un entretenimiento que se apoya en la satirización de un lenguaje hasta ahora utilizado para fines decididamente menores. Pero Raznovich objeta que ese camino hubiera sido el más fácil, a través de una ironización más o menos aguda de las clásicas historias rosadas. En este caso, en cambio, “el medio ha sido respetado. La única crítica directamente dirigida a las fotonovelas es una fotonovela dentro de nuestra fotonovela en la que se invirtieron los papeles y los actores fuimos los realizadores. Lo demás fue básicamente diferente, los criterios de trabajó fueron otros”.

Para consumar la obra se demoró todo un año con jornadas casi diarias de seis horas en las que se alternaron escenografías, se cuidó el vestuario y se trató de mantener una coherencia temporal. El método no fue demasiado complicado. Los autores planteaban a Alberto Paco Fernández de Rosa las situaciones y él las manejaba con el grupo de actores (Silvia Eichelbaum, Blanca Lagrotta, María Luisa Robledo, Susana Beltrán, Enrique Escope, Héctor Gióvine y no profesionales elegidos entre conocidos y amigos de acuerdo con el physique du rol) a quienes sugería objetivos. Posteriormente se hicieron improvisaciones que Goldstein fotografió abundantemente y luego, en el laboratorio, realizó la selección de material junto con Raznovich. Para concretar la experiencia contaron con la colaboración de Juan Carlos Marchesi y Nelly Hoijman en la escenografía y Víctor Goldstein en la producción.

Cerca, la represión. “Tratamos de rescatar lo más valioso y desechar lo que fuera mala utilización del lenguaje. Nos pusimos a estudiar y analizar la fotonovela tradicional y descubrimos que había muchas trabas; la mayor de las cuales acaso sea que el argumento es el pivote de la obra y secundariza la imagen. Hemos tratado de modificar esa relación”, relata Goldstein. Y Raznovich: “Hemos dado trascendencia a la imagen. Lo que hicimos fue aprovechar un medio con poder comunicativo muy intenso para poder expresar contenidos que nos son propios”.

Al observar las imágenes de singular coherencia tonal, los textos agudamente escanciados por la cotidianeidad, las situaciones habituales observadas por una lente crítica que sazona con humor las visiones y hasta se atreve a internarse por secuencias a menudo angustiosas, son los contenidos, precisamente, los que validan la experiencia. Pues, como explica Raznovich, “hemos tratado de desmitificar los cánones educativos dentro de los que se mueve la burguesía. Hay una crónica de la vida total de dos personas que luego formarán una pareja que investiga en las relaciones que entabla la burguesía con otros niveles o entre sí. Si bien el tratamiento es divertido, lo que se busca es bombardear la educación burguesa”.

Pensada como un cortometraje que finalmente no se concretó, la experiencia deparó evaluaciones sorprendentes. Por lo pronto, actores profesionales que nunca aceptaron hacer este tipo de trabajo, tuvieron vivencias muy ricas a partir de un método de improvisación que a veces adquirió características de creación colectiva y llegó a modificar encuadres o textos. Pero, además, para los creadores fue una especie de alegría mantenida, un entusiasmo que perdura ahora, en los tramos finales del proceso: “Trabajar juntos fue un enriquecimiento constante”, otorga Goldstein. Raznovich rememora la serie de proyectos eslabonados a lo largo de siete años de amistad y explica que “nosotros tenemos criterios que se complementan mucho. En este caso, la comunicación fue muy enriquecedora”. Tanto, que solo resta esperar la respuesta ante la obra para iniciar otra similar y diferente el año que viene. 

 

Revista Análisis. Sección Tiempo y Gente, pág 38

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